- Familiariza al bebé con nuestro lenguaje: háblale mientras lo bañas, lo cambias y lo alimentas.
- Imita los sonidos guturales que hace el bebé, para motivarlo a hacerlos.
- Hazle gestos con la nariz, los ojos, la boca, etcétera, para que observe la expresión de tu rostro.
- Carga al bebé sosteniéndole la cabeza por encima de tu hombro para ampliar su campo de visión y que pueda observar cosas diferentes.
- Coloca objetos brillantes o móviles cerca de su cuna.
- Muéstrale un objeto a la altura de sus ojos, capta su atención y mueve lentamente el objeto de izquierda a derecha y después de arriba hacia abajo, para que lo siga con la mirada.
- Sacude una sonaja frente al bebé, luego dásela en la mano y ayúdale a moverla de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo.
- Amárrale un listón con cascabeles en las muñecas de sus manos, para que al escuchar el sonido le provoque moverlas. Hazlo sólo por unos minutos.
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- Sonríele al bebé mientras lo miras a los ojos.
- Llámalo por su nombre.
- Acarícialo. Es muy importante diferenciar un lenguaje cariñoso de uno infantilizado; con el bebé debes utilizar un lenguaje normal, nombrando las cosas con su nombre real.
- Explícale qué le estás haciendo o qué van a hacer: lo vas a bañar, a cambiar porque está sucio, le darás de comer, etc., trata siempre de platicarle qué está sucediendo.
- Cántale canciones y muévelo suavemente siguiendo el ritmo.
- Arrúllalo y cántale a la hora de dormir y en diferentes momentos.
- Cuando esté ansioso, tómalo en brazos y háblale con cariño para calmarlo.
- Cuando esté llorando porque estás lejos (por ejemplo, preparando su leche), háblale desde donde te encuentres para tranquilizarlo.
- Permítele que toque tu rostro (el de su madre, padre y familiares cercanos) y dile quién eres o quién es; por ejemplo, “ésta es la cara de papá”.
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